Qué es un hoax en internet: guía para detectarlo y evitarlo

Última actualización: octubre 30, 2025
  • Un hoax es un engaño digital que apela a la emoción y la urgencia para viralizarse.
  • Señales típicas: anonimato, falta de fecha, autoridad falsificada y petición de reenvío.
  • Riesgos: desinformación, pérdida de credibilidad y daños técnicos si sigues instrucciones.

ilustración sobre hoaxes en internet

“Lo he visto en Internet, así que será verdad”. Seguro que te suena. Igual que aquel aviso de que empezarían a cobrar por usar WhatsApp si no reenviabas un mensaje a todos tus contactos. En un entorno hiperconectado, estos cebos circulan a toda velocidad y, sin darnos cuenta, podemos convertirnos en parte de su difusión.

Para evitarlo, conviene tener claro qué es un hoax, por qué funciona tan bien y cómo detectarlo. A continuación encontrarás una guía completa, con definición, origen del término, señales para reconocerlos, ejemplos típicos, riesgos reales, el papel del creador (hoaxer) y un listado de herramientas fiables para verificar información antes de compartirla.

Qué es un hoax en internet

En el ámbito digital, un hoax es un engaño deliberado que se disfraza de noticia, alerta o cadena “importante” para empujar a la gente a creer y a difundir información falsa. Suele circular por correo electrónico, redes sociales, mensajería y foros, y puede perseguir múltiples fines: sembrar confusión, manipular conversaciones públicas, captar datos o abrir la puerta a fraudes más serios.

En ciberseguridad, muchos hoaxes adoptan la forma de falsas alarmas sobre virus, malware o supuestas brechas que piden reenviar urgentemente el mensaje. Otras veces son rumores sensacionalistas, historias lacrimógenas o teorías conspirativas que apelan a las emociones para lograr viralidad.

El éxito del hoax se apoya en su capacidad para activar el miedo, la urgencia y la curiosidad. Por eso raramente invita a comprobar fuentes; al contrario, te empuja a actuar “ya” y a hacerlo “por el bien de los demás”.

Etimología de bulo y hoax, y una mirada histórica

La palabra «bulo» podría tener raíz en el caló bul (‘porquería’), según la RAE. Por su parte, «hoax» procede del inglés y, de acuerdo con estudios filológicos, habría nacido como contracción de «hocus», emparentado con la fórmula mágica «hocus pocus». Ambas expresiones se conectan con la idea de embaucar, distraer o engañar.

Los bulos no son exclusivos de la era de las redes. Acompañan a la humanidad desde antiguo, aprovechando sesgos cognitivos y contextos de incertidumbre. La historia está llena de relatos que, con el tiempo, se asentaron como verdades populares pese a tener poco sustento. Por ejemplo, la imagen de Nerón tocando la lira mientras ardía Roma es muy discutida por las fuentes, que lo sitúan fuera de la ciudad y atribuyen el fuego a causas fortuitas.

También se han exagerado o malinterpretado episodios como las persecuciones a cristianos en la Antigüedad, sobredimensionadas en la cultura popular. A lo largo de los siglos, industrias culturales (como el cine) e instituciones diversas han contribuido, en mayor o menor medida, a fijar ciertos mitos que encajaban con relatos de victimismo o épica.

Señales para reconocer un hoax

Detectarlos a simple vista no siempre es fácil, pero hay patrones que se repiten una y otra vez. Estas pautas te ayudarán a sospechar cuando algo huela raro:

  1. Anonimato y ausencia de fuentes: el texto no está firmado, no cita origen verificable o se apoya en referencias vagas (“científicos dicen…”, “lo dijo un amigo de…”).
  2. Sin fecha o atemporalidad calculada: se redacta para que nunca caduque, de modo que pueda circular durante años sin perder “vigencia”.
  3. Gancho emocional o monetario: el mensaje busca impactar con miedo, morbo o dinero. Ejemplos muy habituales en cadenas:
    • WhatsApp de pago inminente: si no reenvías a X contactos antes del día X, empiezan a cobrar.
    • Hotmail (u otros servicios) cerrará cuentas: perderás contactos y te caerá una multa si no actúas ya.
    • Google/Gmail costará dinero: “ha salido en la tele” y conviene avisar “por si acaso”.
    • Salud y alimentación: mensajes que demonizan productos como yogures o bebidas energéticas con supuestos “venenos” o efectos milagrosos/dañinos sin base.
    • Llamadas sospechosas en el móvil: si coges o rechazas una llamada con texto “INVIABLE” o “DESCONOCIDO”, clonan tu SIM desde la cárcel.
  4. Idioma neutro y fácilmente globalizable: redacción estándar que facilita la difusión masiva entre países y comunidades.
  5. Petición explícita de reenvío: se apela a tu responsabilidad (“avisa a todos para evitar una tragedia”, “no seas egoísta”), a la mala suerte o a motivos altruistas para hacerte propagarlo.
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Además, muchos hoaxes se visten con logos falsificados o nombres de organismos respetados, incluyen titulares grandilocuentes y presentan supuestos testimonios o capturas “oficiales” para parecer más creíbles.

Tipos y canales de difusión más comunes

Los bulos adoptan formatos variados según el medio por el que circulan. En redes sociales destacan imágenes retocadas, vídeos fuera de contexto y frases rotundas que buscan compartidos rápidos. Por correo electrónico, lo típico es la suplantación de marcas u organismos con mensajes que empujan a descargar adjuntos o pulsar enlaces.

Por temática, se repiten categorías conocidas: alertas de virus imposibles de detectar, desastres o emergencias de salud inexistentes, infundios sobre personas o empresas, cadenas religiosas, “solidaridad” de dudosa procedencia, cadenas de la suerte, promesas para hacerse rico sin esfuerzo, supuestos regalos de grandes compañías, leyendas urbanas de toda la vida y otros formatos de cadena clásicos.

En los últimos años hemos visto ejemplos ruidosos: teorías sobre microchips 5G en vacunas, falsas víctimas en aparcamientos tras fenómenos meteorológicos severos o sorteos inventados a nombre de la DGT, supermercados y marcas conocidas.

El papel del hoaxer

El hoaxer es quien crea y pone a rodar el bulo. Suele aprovechar temas sensibles o de actualidad, añade fechas, detalles inventados, logotipos manipulados y hasta fuentes falsas. Después, inocula el mensaje con un lenguaje emocional y urgente, invitando a compartirlo “por seguridad” o “por solidaridad”.

Conviene diferenciar: quien reenvía sin maldad puede estar actuando por desconocimiento o buena fe. El hoaxer original, en cambio, obra de forma intencionada, consciente del engaño y de las consecuencias.

Impacto real y daños colaterales

Aunque muchos hoaxes “solo” hacen perder tiempo y credibilidad, otros provocan efectos tangibles. En ocasiones han circulado instrucciones que empujan a eliminar archivos críticos del sistema creyendo que son “virus”, con el consiguiente destrozo en el ordenador.

En entornos corporativos, la cascada de reenvíos puede saturar la red, afectar a la productividad y romper la confianza en alertas legítimas. Además, el clima de miedo, incertidumbre y duda (FUD) hace más difícil discriminar entre lo real y lo falso y complica la toma de decisiones informadas.

Algunos analistas consideran que los hoaxes y ciertas cadenas se comportan como un “gusano social”: se replican gracias a la ingeniería social, explotando preocupaciones y sesgos de los usuarios para reproducirse sin necesidad de código malicioso.

No hay que confundir estos engaños con las pranks o bromas informáticas, pequeños programas molestos pero inofensivos que mueven el ratón, giran la pantalla o realizan travesuras sin buscar un daño permanente.

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Por qué se propagan tan rápido: psicología y datos

La viralidad del hoax se explica por una mezcla de factores: mensajes simples, alto impacto emocional, sensación de urgencia y facilidad para compartir. Cuando algo nos sorprende o asusta, tenemos menos paciencia para verificar.

La investigación también arroja cifras interesantes. Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) observó que los engaños se comparten aproximadamente un 70% más que las noticias verdaderas y alcanzan al público mucho más deprisa: el contenido veraz tarda varias veces más en llegar al mismo número de personas.

Otras indagaciones, como una encuesta de la Asociación de Internautas a varios miles de usuarios, reflejan que una mayoría significativa tiene dificultades para distinguir entre información fiable y hoaxes. Y según un estudio difundido por Meta Platforms, la difusión de bulos en determinadas redes se concentraría notablemente en perfiles de ideología conservadora, con un porcentaje muy elevado de propagación atribuido a esos usuarios. Estos resultados abren un debate sobre ecosistemas informativos, polarización y algoritmos.

Cómo identificarlos paso a paso

Más allá de las señales generales, conviene fijarse en detalles técnicos y de contenido que suelen delatarlos:

  • Revisar el dominio y remitente (en correos): pequeñas variaciones (letras cambiadas, dominios raros) son pistas claras.
  • Buscar la noticia en medios fiables: si nadie más reputado lo publica, mala señal. Ojo con copias en blogs que se citan entre sí.
  • Hacer búsqueda inversa de imágenes y vídeos: verás si la foto está sacada de contexto o manipulada.
  • Desconfiar de promesas/amenazas urgentes: la prisa y el “comparte ya” son el mejor aliado del bulo.
  • Verificar fechas, datos y enlaces: números redondos, cifras sin fuente o hipervínculos acortados sospechosos merecen pausa.

¿Qué hacer si recibes un hoax?

Primero y más importante: no lo reenvíes. Cortar la cadena es la mejor medida para que no siga creciendo. Después, comprueba su veracidad con fuentes y herramientas fiables.

Si el mensaje incluye instrucciones, ignóralas. No descargues adjuntos ni ejecutes archivos, no borres nada del sistema por tu cuenta y evita pinchar en enlaces dudosos. Ante la duda, consulta a alguien de confianza o al equipo de TI si es en el entorno laboral.

Cuando sea oportuno, avisa a la persona que te lo envió con un tono amable y comparte un enlace de verificación. Así ayudas a frenar futuras difusiones sin confrontaciones innecesarias.

En empresas y centros educativos, conviene tener un procedimiento claro para reportar bulos, formar a usuarios y canalizar dudas, evitando avalanchas de reenvíos que saturen la red o mezclen señales verdaderas con ruido.

Herramientas y recursos para verificar

Estas plataformas y utilidades te facilitan contrastar mensajes virales y detectar montajes o desinformaciones de forma rápida y fiable:

  1. Maldita.es: desmiente bulos sobre salud, ciencia, política y redes.
  2. Newtral: verificación de cadenas virales y noticias falsas.
  3. EFE Verifica: contraste de contenidos que circulan en redes y medios.
  4. Snopes: veterano en desmontar rumores, leyendas urbanas y hoaxes globales.
  5. Factuel: recursos para verificar noticias virales en varios idiomas.
  6. Google Fact Check Tools (recientes): buscador de verificaciones de hecho publicadas por fuentes confiables.
  7. InVID: suite para analizar vídeos e imágenes y detectar manipulación o fuera de contexto.
  8. Imágenes de Google: búsqueda inversa para encontrar el origen real de una foto.
  9. Chequeado: verificación de discursos y bulos en redes sociales.
  10. Salud sin bulos: desmiente desinformación sobre medicina y bienestar.
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Ejemplo práctico típico

Imagina que te llega un correo con asunto en mayúsculas: “ALERTA GRAVE: VIRUS IRREPARABLE”. Dentro, un texto larguísimo sin fecha ni firma afirma que un malware destruye ordenadores, “no lo detecta ningún antivirus”, cita vagamente a “técnicos de Microsoft” y termina con un “pásalo a todos para protegerles”.

Este guion reúne casi todos los ingredientes: alarma, autoridad falsa, imposibilidad técnica (ningún antivirus lo detecta), falta de fuentes, petición de reenvío y un montón de detalles superfluos que simulan verosimilitud. Si además adjunta un archivo “solución” o un enlace acortado, hay riesgo añadido.

Ante algo así, la respuesta responsable es no reenviar, verificar en un portal de fact-checking, y si procede, avisar a quien lo envió para que no siga la cadena. En caso de empresa, reportar por el canal establecido.

Cómo se relaciona con fake news, phishing y “bromas”

El hoax es primo de las fake news, pero no siempre busca clicks ni publicidad; muchas veces solo pretende ruido o manipulación social. A diferencia del phishing, no necesariamente intenta robar credenciales, aunque puede servir de paso previo para inducirte a pulsar enlaces o descargar adjuntos que sí lo hagan.

En cuanto a las “pranks” o bromas informáticas, hablamos de programitas molestos pero no maliciosos por diseño: hacen travesuras visuales o de usabilidad, sin intención de dañar ni de engañar sobre temas sensibles.

Errores imposibles y pistas técnicas en los bulos de virus

Muchos bulos sobre malware juran que el “virus” puede provocar incendios, hacer explotar equipos o realizar proezas que desafían las leyes físicas. O que “borrará absolutamente todo” con un simple abrir y cerrar de ojos. Ese tono apocalíptico y la negación de cualquier detección por antivirus son banderas rojas clarísimas.

Otra treta frecuente es atribuir el aviso a una gran agencia de noticias o institución tecnológica para ganar peso. A veces, incluso reciclan el mismo texto durante años, cambiando mínimamente nombres y fechas para que parezca reciente.

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Cómo cortar la cadena sin generar conflicto

La clave está en el tono. Agradece el aviso, aporta una verificación y explica que compartir bulos desinforma a quienes queremos proteger. Muchas personas reenvían por miedo o desconocimiento; una respuesta empática ayuda a que el siguiente mensaje que compartan sea una corrección y no más ruido.

Referencias útiles para profundizar

Si quieres ampliar, hay materiales divulgativos que explican cómo detectar y frenar engaños en el correo electrónico y la web:

  1. FTC (Estados Unidos): guías para reconocer bulos por email y evitar fraudes en línea.
  2. Microsoft Safety & Security Center: pautas para distinguir noticias falsas y reportar estafas.
  3. Snopes: base de datos de rumores y verificaciones para casos muy difundidos.

Contar con estas referencias a mano y practicar un hábito de verificación antes de compartir reduce drásticamente la exposición a engaños en tu entorno.

Un ecosistema digital sano se construye con pequeñas decisiones cotidianas: desconfiar de lo demasiado impactante, comprobar, y no reenviar sin mirar. Con unas cuantas reglas claras, herramientas de verificación y un pelín de paciencia, es perfectamente posible moverse por Internet sin caer en el juego de los hoaxes.

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